jueves, 3 de febrero de 2011

Resistencia o “resiliencia” al cambio.

Comúnmente, en nuestras pláticas, hablamos de “resistencia al cambio” al referirnos a personas que se oponen a alguna nueva forma de hacer las cosas. Por ejemplo, si en el país se determina cambiar el horario de verano para ahorrar energía, aparecen muchos mexicanos que se niegan a aceptar tal decisión. O también, si en nuestra ciudad, para mejorar el tránsito en nuestras calles, se determina cambiarles el sentido, inmediatamente surgen muchas personas que dicen: ¡NO!
Es en esas ocasiones en que decimos que hay “resistencia al cambio” porque según nuestro juicio, hay otras personas que se oponen al progreso o al cambio. Este fenómeno se ha presentado en la humanidad desde sus inicios y simplemente recordemos que Adán y Eva dijeron ¡no! a la orden de no comer los frutos del Árbol del Bien y del Mal. Por otro lado, también debemos comprender que esta resistencia al cambio seguirá en el mundo mientras haya seres humanos que tienen la capacidad de elegir entre diferentes formas de pensar y actuar.
Sobre el anterior tema se han escrito infinidad de teorías y tratados por lo que saldría sobrando otro más; por lo tanto, dedicaremos estas líneas a analizar el concepto de “resiliencia” y la utilidad que nos puede aportar.
La palabra resiliencia (aparentemente aun no está reconocida por la Real Academia Española), tiene su origen en el latín cuyo término resilio significa volver atrás y de allí se originó la palabra en inglés resilience.
El término se empezó a utilizar en la física definiéndolo como la capacidad que tienen los materiales que son sometidos a calor, golpes o presión y posteriormente, recuperaran su forma inicial pero mejorada debido a su elasticidad o flexibilidad. En este sentido, se dice que el metal que es sometido a calor hasta deformarse y luego se enfría para hacerse más fuerte, es resiliente. Este proceso es el que se le da al acero templado.
Posteriormente, el concepto fue adoptado por diferentes científicos en muchos campos de la medicina, la sociología y la psicología entre otros. De lo anterior, podemos reflexionar sobre varios enfoques bajo los que podemos ver este fenómeno.
LAS PERSONAS QUE SON RESILIENTES. En 1992 E. Werner y R. Smith publicaron un estudio que aplicaron en Hawai donde habían observado a lo largo de 40 años a 502 individuos que habían nacido y vivido en situación de pobreza y adversidad. De ellos, muchos llegaron a la edad adulta con claros signos de fracaso y derrota personal pero otros salieron adelante a pesar de todo y a éstos los identificaron como personas resilientes. Detectaron en ellas algunas características distintivas como: conocían y controlaban sus emociones; eran más autónomas y tenían sentido del humor; poseían una alta autoestima y eran muy empáticas (sabían escuchar y eran sensibles a los sentimientos de los demás). También descubrieron que durante la infancia y juventud, las personas resilientes habían contado con el apoyo de cuando menos un adulto que las había comprendido y aceptado incondicionalmente. Otros científicos descubrieron otras características imprescindibles en la gente resiliente como la de ser persistente. En este sentido, citan el viejo mito de Sísifo hijo de Eolo y rey de Corinto que estuvo condenado a empujar eternamente una pesada roca cuesta arriba de una montaña y ya cuando parecía que iba a llegar a la cima, la roca rodaba al punto de partida y Sísifo persistentemente, volvía a empujarla hacia arriba sin dejarse derrotar. Otra característica que debe poseer una persona resiliente es la de poseer un sentido y propósito en su vida; esto le permite sobreponerse a todas las situaciones adversas y salir no solamente a salvo sino también transformado a causa de la experiencia vivida ya que todos somos capaces de hacer grandes esfuerzos cuando luchamos por algo que merece la pena. Finalmente podemos agregar que los expertos en este tema dicen que esta capacidad forma parte de la Teoría de la Evolución de las especies y que ha permitido sobrevivir solamente a los individuos resilientes, o más aptos, y que finalmente dieron origen a la especie del homo sapiens actual.
Desde el punto de vista organizacional, podemos decir que una empresa o institución es resiliente cuando posee la capacidad de resistir a la incertidumbre, a las crisis, a los cambios y situaciones conflictivas y aprender de esas experiencias aprovechándolas como camino hacia el progreso y no solamente como mecanismo de supervivencia. Las personas de las organizaciones actuales, deben entender que la nueva actitud se basa en buscar deliberadamente las innovaciones y cambios y aceptar que junto con ellos vendrán conflictos que deberán confrontarse y solucionarse lo cual causará dolor y traumas físicos y psicológicos pero que redituarán en aprendizajes que ayudan a ser personas y organizaciones más templadas y resilientes que permitirá sobrevivir en este mundo tan competido.
Las personas no solamente debemos resistirnos a los cambios sino que debemos buscarlos porque implican riesgos, tribulaciones y situaciones adversas que al enfrentarlas nos servirán para templar y fortalecer nuestro carácter y nos harán más aptos para solucionar cualquier contingencia futura que se presente, por difícil que pueda ser. Esa fortaleza y templanza de carácter lo heredaremos a nuestros hijos y a toda la gente que nos rodea y por lo tanto, contribuirá a hacer una sociedad más resiliente y preparada donde sus miembros podrán enfrentar retos más demandantes. Suena un tanto frío el comentario, pero dentro de la selección natural de las especies, debemos entender que solo sobrevivirán las que estén más preparadas para enfrentar las condiciones que, como vemos ahora, se están haciendo más difíciles cada día. La lucha por los empleos disponibles en las organizaciones, la ganarán las personas más competentes. A su vez, las organizaciones sobrevivirán solamente las que se preparen para ser más resilientes y puedan mantener satisfechos a sus clientes cuyas exigencias se van incrementando conforme avanza este nuevo siglo y milenio.
Finalmente, quiero citar aquí “La Plegaria de los Paracaidistas” de Zirnheld y que considero puede ser el himno de las personas resilientes.

Plegaria de los paracaidistas

Dame Señor, lo que tienes todavía;
Dame lo que nadie reclama.
No te pido riqueza, ni éxito,
Ni siquiera te pido salud:
La gente te pide todo eso con tanta frecuencia, Señor,
Que ya no te debe quedar más.
Dame Señor, lo que todavía tienes;
Dame lo que la gente se niega a aceptar de Ti.
Quiero la inseguridad y el desasosiego,
Quiero el tumulto y la lucha.
Y si me los concedes, Señor,
De una vez por todas asegúrame que los conservaré,
Porque no siempre tendré el coraje de pedírtelo.

Zirnheld

1 comentario:

  1. Excelente y pertinente artículo, José Luis. Mi comentario no es para contradecir, ni debatir el punto, al contrario, para sumar...- Por lo que me permitiría lo siguiente:
    Ocurre que la Naturaleza se encarga de producir los especímenes más aptos para desarrollarse y prosperar en el siempre cambiante medio ambiente.
    En una situación como la que vivimos actualmente, la Naturaleza tiene la mesa puesta para que aquellos individuos de la sociedad o la naturaleza misma que han sido preparados para la supervivencia den muestras de resiliencia y activen los genes que le proporcionen ciertas ventajas por sobre el resto de los individuos.
    La Naturaleza rara vez se equivoca y creo que los tiempos actuales son para los que busquen y realicen el cambio... los que no se adapten, como asevera Darwin, no lograran satisfacer sus necesidades ni encontrar los medios para reproducirse y por ende, prosperar.
    Jesús Vázquez Oceguera

    ResponderEliminar