viernes, 10 de junio de 2011

AL RESCATE DE LOS TESOROS DE MÉXICO

Te …. Mas… de josé luis garcía salazar


Al rescate de los tesoros de México

Nuestro país ha sido bendecido y siempre ha sido lugar de creación de muchas joyas y tesoros y aunque de algunos de ellos ya gozamos sus beneficios, existen otros en espera de que los mexicanos obtengamos un mayor provecho. En la actualidad ya están al descubierto tesoros arqueológicos como los de Teotihuacán, Palenque, Monte Albán y Chichén Itzá, por citar solo unos pocos. También hay infinidad de tesoros aun por descubrir en las zonas aledañas a estas ciudades prehispánicas y se sigue explorando en ellas. Ahora bien, también hay miles de piezas de nuestras culturas primigenias que están “guardadas” en museos y colecciones privadas a lo largo del mundo. Junto a ellas, hay objetos de arte muy valiosos, pinturas, esculturas y documentos históricos que dan cuenta de la grandeza del pueblo mexicano.

El Penacho de Moctezuma
En los últimos años se ha hecho muy famosa la lucha de Xoconoschtletl Gomorra, líder de un movimiento en favor de las causas indígenas. El señor Gomorra prácticamente ha vivido 20 años en Viena, Austria, reclamando que se devuelva a México el penacho. El nombre original del penacho es: Kopilli Ketzalli (Corona sagrada) y tenía un casco de oro puro y 400 plumas de pájaro Quetzal. Una de las versiones que se cuentan sobre esta corona, dice que después de matar a Moctezuma la corona fue robada por los españoles; el casco de oro fue convertido en barras de oro y el penacho se le llevó a Carlos V, rey de España. Otra versión dada por especialistas de la UNAM, asegura que el penacho, que ni siquiera usó Moctezuma, fue regalado por éste a Hernán Cortés. Cortés lo llevó a Bruselas, y en 1563 pasó a manos del conde Fernando de Tirol, quien era sobrino de Carlos V y posteriormente fue pasando por diversos dueños de colecciones privadas hasta que llegó a Viena en 1817. El penacho permaneció descuidado por mucho tiempo hasta que, a fines del siglo XIX, fue redescubierto y restaurado y ya en el siglo XX sobrevivió a guerras, saqueos e incendios y actualmente es admirado por miles de visitantes del Museo de Etnología de Viena. En México, contamos con una réplica del penacho y que, a decir de los que han visto el que está en Viena, es más hermoso el que tenemos aquí. Esta réplica del mismo tamaño, se hizo en 1958. Se usaron plumas auténticas, colocadas con la técnica de la plumaria y se usaron también piezas de oro y la podemos admirar en el Museo Nacional de Antropología e Historia de la ciudad de México.

La Custodia de Borda
José de la Borda fue un minero que nació en Francia, vivió algún tiempo en España y finalmente vino a radicar a México, muriendo en Cuernavaca en 1778. Construyó muchas obras que al ser terminadas pasaron a posesión de las poblaciones donde él llegaba a vivir. Posiblemente, la mayor obra en la que se empeñó fue la Iglesia de Santa Prisca en Taxco. Debido a su construcción, don José de la Borda se endeudó tanto que tuvo que vender la Custodia que había mandado a hacer para los oficios religiosos en Santa Prisca. La venta fue hecha al Arzobispo de la Catedral de la Ciudad de México. Según los archivos del historiador Alberto María Carreño, la Custodia solo se sacaba en la fiesta de Corpus Christi. Pesaba tanto que el Arzobispo se tenía que valer de un aparato colgado al cuello para poder soportar el peso. La Custodia medía poco menos de metro y medio y era de oro. El sol tenía 65 ráfagas, guarnecidas por el anverso con 1822 diamantes rosas; la cruz, la nube, la greca de la nube y las flores que la adornaban, tenían en total otros 3 878 diamantes. También estaba adornada por 1957 esmeraldas y contenía otras 2945 piedras diferentes como gemas, rubíes, zafiros, amatistas y muchas más de otra naturaleza. El historiador dice que don José de la Borda se había pasado muchos años reuniendo la gran cantidad de piedras preciosas para poder ofrecer a Dios y a la Virgen su agradecimiento. También cuenta la leyenda que en su tiempo se acuñó un dicho que se propaló entre la población: “Dios a darle a Borda… y Borda a darle a Dios”. En los archivos de la catedral Metropolitana (Ciudad de México), se encuentra la escritura de la compra de la Custodia y lo que no se ha podido encontrar allí ni en ninguna parte es la explicación de cómo desapareció la famosa Custodia. Lo que si se asegura, es que ahora, la Custodia de Borda se encuentra en la Basílica de Notre Dame de París.

La Isla de Clipperton o Isla de la Pasión
México también tiene por rescatar otros tesoros, como es el caso de esta isla enclavada en un atolón coralino deshabitado de 6 por 8 kilómetros. Está localizada en el océano Pacífico norte a 1 100 kilómetros al suroeste de Punta Tejupán (Michoacán) siendo el punto más cercano a tierra firme de cualquier otra nación. Es por ello que se puede obtener un rescate, si es que hubiera algún deseo por parte de México. La Isla Clipperton, actualmente es administrada por Francia.
Historia. Desde el siglo XVII, España fincó su dominio sobre la isla. Sin embargo, ha habido participación de Francia ya que en 1711 la reclamó.
Tras la independencia de México, nuestro país se consideró como heredero y pasó a formar parte de nuestro territorio declarándolo en las diferentes Constituciones Políticas hasta que en 1934 fue sacada del texto constitucional sin saber a ciencia cierta la razón. En 1897, durante el gobierno de Porfirio Diaz, se tenía una guarnición militar y se extendió un permiso de explotación del guano a una compañía inglesa que construyó un muelle, llevó equipo y gente en cantidad de hasta cien trabajadores. Los Estados Unidos también tuvieron posesión de la isla para explotar el guano como fertilizante pero debido a la mala calidad del guano, no prosperó mucho la explotación. Mientras tanto, la guarnición militar a cargo de Ramón Arnaud de la marina mexicana, llegó a tener cerca de 100 personas entre hombres, mujeres y niños. Sin embargo, durante la Revolución Mexicana, los habitantes de la isla fueron dejados a su suerte y nos les surtieron de provisiones y fueron muriendo muchos de ellos a causa del escorbuto. En 1915 sepultaron a varios de los últimos sobrevivientes que esperaban ser rescatados. Al final de este episodio, solamente quedaba el guardián de la isla, Victoriano Álvarez con algunas mujeres y niños. Se dice que Victoriano se auto-proclamó rey y empezó a comportarse violentamente hasta que fue victimado por las mujeres, entre ellas, Alicia Rovira quien era esposa del capitán Arnaud. El 18 de julio de 1917, 4 mujeres y 7 niños, los últimos sobrevivientes de la isla, fueron rescatados por los tripulantes de un barco de la marina estadounidense. Posteriormente, en 1930, Francia y México pidieron al Vaticano que actuara como mediador en la disputa por la posesión. El Vaticano asignó la tarea al rey de Italia, Víctor Manuel III, quien finalmente decidió en favor de Francia. Los franceses establecieron un puesto militar que solo duró unos años, quedando la isla nuevamente desierta. El presidente estadounidense, F. D. Roosevelt visitó la isla y en 1944 ordenó la ocupación de la isla para convertirla en una base aérea, pero no se construyó la base.
En 1962, cuando Francia ya no tenía donde hacer sus pruebas nucleares, quiso utilizar la isla para depositar los desechos nucleares pero México y los Estados Unidos, no lo permitieron.

Otros tesoros escondidos
En nuestro territorio, según la leyenda popular, existen aun muchos tesoros que esperan ser descubiertos. Se habla del tesoro de Moctezuma que se llevaron los españoles en la “Noche Triste” y que según lo relatado, pudo haber quedado en el camino que iba del actual Zócalo capitalino y hasta el Cerro de la Virgen de los Remedios en Naucalpan. Tenemos también el tesoro de Tangaxoán II, el último rey purépecha que a pesar de ser torturado, no confesó a Nuño de Guzmán el paradero del tesoro. Hay infinidad de galeones hundidos en las costas veracruzanas y que llevaban muchas riquezas a España. Tenemos los “entierros” a lo largo de El Camino de la Plata, que venía desde Santa Fe en el actual estado de Nuevo México hasta Querétaro y por donde transitaban miles de recuas cargadas de oro y plata de las minas y cuando iban a ser asaltadas, preferían enterrar los tesoros antes de entregarlos a los agresores.
También tenemos innumerables tesoros escondidos, a lo largo del periodo colonial en las grandes haciendas, por hombres como: Francisco de Urdiñola, en Coahuila; Antonio de Obregón, conde de la Valenciana, en Guanajuato. Existe también un tesoro inmenso que según la leyenda quedó escondido dentro de los confines de las propiedades de Pedro Romero de Terreros considerado en su tiempo como “el hombre más rico del mundo”. Este personaje regaló a Carlos II un acorazado con 112 cañones por lo cual obtuvo el título de “conde de Regla”. También en Coahuila se cuenta de un carro con lingotes de oro que llevaba el ejército insurgente en 1811 cuando hicieron prisionero a Miguel Hidalgo.
Por nuestros rumbos, tenemos el tesoro de José Francisco Velarde, el “burro de Oro”, y cuya leyenda cuenta de grandes cantidades de oro escondidas en donde fue la Hacienda de Buena Vista (en la actual Vista Hermosa, Michoacán).

Que bueno que nos preocupemos por rescatar los tesoros antes mencionados, pero, ¿no estamos olvidando otro tipo de tesoros que debemos preservar, rescatar y honrar? En México existen tesoros como la Selva Lacandona, considerada el segundo mayor pulmón de América. Existen bellas zonas desérticas; montañas grandiosas y muchas otras zonas que requieren de nosotros un cuidado responsable.
Y a final de cuentas, ¿no estamos olvidando el mayor tesoro de nuestro país? Ese tesoro que representa nuestra gente. Ese tesoro que es cada mexicano como SER individual conteniendo un cúmulo de talentos, creatividad, valores, principios y creencias que nos hacen ser irrepetibles en el universo.
No olvidemos rescatarnos a nosotros mismos. Rescatar nuestra dignidad y seguridad; nuestro trabajo y nuestro respeto.

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